250 años de circo 29 Nov. 2018
Tal y como resalta la revista de la Academia de Artes Escénicas de España, se cumple el 250 aniversario de la fundación del circo moderno. Aunque parezca un contrasentido, teniendo dos siglos y medio a cuestas, hablar de circo moderno es hablar de su fundador, Philip Astley, propietario de una escuela de equitación en Londres, que transformó un espectáculo ecuestre en un combinado de actuaciones con animales domésticos, acróbatas y payasos.
Corría el año 1768, y Astley presentó un show que inmediatamente se hizo muy popular en Londres y que lo desarrolló sobre un círculo de 19 metros de diámetro, que con el tiempo se normalizó a 13 metros, al que hemos llamado circo. En principio, el grueso del espectáculo lo componían los caballos, sobre los que los jinetes cabalgaban con asombroso equilibrio aprovechando la fuerza centrífuga del círculo. En el intermedio Astley sacaba a los payasos, equilibristas y saltimbanquis para que distrajeran al respetable. Ése fue el germen del circo. El éxito fue tal que con el tiempo el público abarrotó aquellos precarios barracones que evolucionaron en fondo y forma hasta el género de hoy.
Desde los primeros balbuceos del circo en Barcelona fue una institución popular. A mediados del siglo XIX había circos muy importantes como el Price, el de Ciniselli o el Circo Loyal, en la plaza Catalunya. Aunque quiero destacar el del Pabellón Soriano, ahora Teatre Victòria, en el Paral·lel, que en 1913 se transformó en círculo ecuestre, como aquel del viejo Astley, en el que triunfó Steel, un excelente caballista con sus 6 leones salvajes.
Hoy en día el circo ha evolucionado y se nutre de extraordinarios profesionales, cuya preparación reclama la admiración de un público que va más allá de lo puramente infantil. Muchos números circenses se representan en escenarios teatrales porque exhiben espectáculos de desbordante imaginación. La lástima es que la realidad política, todavía, condena a algunos circos a solares de las afueras de la oficialidad cultural.